martes, 31 de julio de 2012

considero a mis amigos, conocidos y familiares que simpatizan con el kirchnerismo una manga de resignados que creen que lo mejor que le puede pasar a la Argentina es esta mina cambalache demagoga y vanidosa que por promulgar un par de leyes progresistas en nueve años viene a ser una suerte de rosa luxemburgo. la miran embobados creyendo que es un "cuadrazo" que habla bien (habla como el culo muchachos!) y que es una transgresora (lo único que transgredió es el poder ejecutivo y todas las instituciones que ello representa). estos amigos, conocidos y familiares que simpatizan con el kirchnerismo contraponen por otro lado la falsa dicotomía entre gobierno y derecha como si en el medio no existiera nada. muchachos, entre otras cosas, en el medio incluso hay izquierda, y puede haber mucho más y depende sólo de nosotros. este gobierno heredó de la izquierda sólo sus peores facetas: la totalitaria, la solemne y la victimización. mis amigos, conocidos y familiares kirchneristas resignados y derrotados moralmente (o quebrados éticamente no sé qué decir) por la fuerza arrolladora de tecnópolis y el aluvión de votos ya no tienen fuerza para pensar en un futuro mejor que éste porque creen que lo mejor que hay y habrá es esto y eso, o esto, me desalienta mucho porque siento que si no estuvieran tan resignados y tan embobados, nosotros seríamos muchos más y ellos muchos menos.

miércoles, 11 de julio de 2012

la batalla por el tonito

 
El tono que la presidente emplea en cada uno de sus discursos. 
Pareciera que Cristina confunde voz de mando con prepotencia. Ella cree que las inflexiones severas de su voz altisonante construyen ese poder vacío que junto a su marido ocupó en 2003. Ella lo cree y y probablemente también su coach (¿Nancy Duplaá?) Cuando le habla al pueblo trabajador apela a la épica con acento lastimoso, una suerte de Evita cheta, aggiornada "a los tiempos que corren" y filtrada más por el menemismo que por el siglo XXI. Ahora cuando se dirige a un trabajador, a uno solo, a alguien en particular o sea, a alguien real y concreto, Salustriana, el che camarógrafo o quien sea, allí desaparece un poco esa construcción ficcional, allí hay arranques más sinceros si se quiere, una zona en donde su coach no puede hacer demasiado. Se desnuda la mujer que siempre ocupó puestos y cargos de poder desde joven, la mujer acostumbrada a tener secretarios que le prepararan cafés y discursos por igual, y también la empresaria sureña, la tipa con guita que se manejó siempre con choferes y sirvientas, la que no comprende el mundo sin subordinados, y detrás de todo eso, la universitaria que en algún momento de su juventud se traicionó para pegar el salto, un salto cuyo costo desconocemos pero podemos intuir. El tono de Cristina cuando se dirige en singular recobra una intensidad mandona, despectiva, jerárquica que, se supone, contradice los valores de equidad tantas veces proclamado. 
Es que es el tono imperativo de sus discursos el que confirma que no hay batalla cultural ganada. La cultura argentina del poder se cimienta en ese modo patronal con el que estancieros, militares, oligarcas, policías y jerarcas y jefes de toda ralea hicieron y hacen valer su autoridad. Cristina no escapa a ese molde, y con ello todo un modo de concebir las estructuras del poder real, al que, salvo Clarín , no le han tocado ni un pelo aún.

la batalla cultural

no se ganó ninguna batalla cultural. la cultura sigue siendo la misma. lo que los kirchneristas lograron conquistar es el discurso predominante. y lo lograron gracias a los votos. y los votos, gracias al despliegue fenomenal de su aparato de publicidad y de prensa, y el fenómeno de publicidad y de prensa gracias a la compra de espacios y de periodistas, y de intercambio de favores, y ese intercambio gracias a las extorsiones y las extorsiones gracias al dinero y el dinero gracias a favorecer al poder económico y eso gracias a la cultura de poder tradicional que traían desde el sur y esa cultura de poder que traían gracias a no querer cambiar nunca de cultura de poder. no se ganó ninguna batalla cultural. es mentira y parece mentira que tanta gente se lo haya creído. y gracias a esa creencia es que se construyó este fenómeno político que por ahora parece invencible.